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Ibérica II

Los pueblos íberos comenzaron su lenta formación al inicio del primer milenio a.n.e. debido a su evolución propia y a las influencias que recibieron de griegos y fenicios, pero no será hasta los siglos VI y V a.n.e. cuando los encontramos plenamente diferenciados de los otros pueblos de la Península y entre sí. Se situaron en una amplia franja a lo largo de la costa levantina y andaluza, estando el resto de la Península ocupada por los pueblos celtas. En las tierras centrales, en especial en la Meseta Sur, se establecieron los celtíberos, con elementos culturales comunes a unos y otros. # Los íberos asimilaron cuantiosos rasgos característicos de diversas culturas del Mediterráneo oriental, como fenicios, griegos y cartagineses, destacándose aspectos como la cerámica, la escultura e, incluso, los rituales funerarios y su religiosidad. Dicha influencia nos llegó a través de las relaciones comerciales y de las guerras, como las Guerras Púnicas disputadas entre Cartago y Roma, que supusieron la invasión peninsular primero por Cartago y después por Roma. # Los íberos vivieron en oppida o ciudades amuralladas desde las que controlaban un amplio territorio. Socialmente se organizaban en grupos dominados por una aristocracia guerrera cuyo poder dependía de sus relaciones con los pueblos colonizadores, con quienes comerciaban o intercambiaban cereales, minerales o metales ya fundidos por objetos considerados de gran valor como joyas, cerámicas y telas y obtenían su apoyo. El resto de la población vivía bajo una fuerte dependencia de estas élites. # Esta sala se centra en los contenedores funerarios y ajuares aportados por las necrópolis bastetanas, ya se trate de urnas cinerarias y otras piezas cerámicas indígenas, cajas de piedra (larnakes), piezas áticas de importación, armas de hierro y elementos de adorno y cuidado personal, como joyas, amuletos, ungüentarios, etc. # La antigua Baza ibérica, Basti, y todo el territorio conocido por las fuentes clásicas e investigaciones arqueológicas como la Bastetania, desempeñaron un papel clave en época ibérica en toda Andalucía Oriental y el Sureste murciano-manchego, donde controlaban las diferentes rutas que comunicaban la costa mediterránea con la Alta Andalucía y la rica zona minera en torno a Cástulo. El siglo IV a.C. supuso un periodo de especial esplendor para los bastetanos que se extendían por el área citada en donde levantaron numerosas ciudades fortificadas u oppida como la propia Basti, junto a las que se extendían ricas necrópolis, como Cerro del Santuario y Cerro Largo, en el caso de Baza o Tútugi (Galera), en donde se han recuperado en diversas excavaciones arqueológicas un variado conjunto de materiales, entre los que se encuentran gran cantidad de piezas griegas, que formaban parte de los ajuares de las tumbas y particulares ritos de enterramiento de los bastetanos, que les diferenciaban de otros pueblos iberos peninsulares. Tal es el caso de su costumbre de enterrar las cenizas de sus muertos de mayor rango social en cajas o cistas de piedra, en cráteras griegas, en estatuas‑urna, como la Dama de Baza o el Guerrero de Baza, y todos ellos además en cámaras funerarias. # Contenidos: # Esta sala se centra en la estatuaria ibérica de carácter funerario, que en el caso bastetano adquiere especial relevancia con sus estatuas-urna como la Dama de Baza (el original se encuentra expuesto en el Museo Arqueológico Nacional) o el Guerrero de Baza, torso de varón, recuperado en la necrópolis bastetana de Cerro Largo.